El comercio de la sapiencia de Dios y del Amor de Cristo.

Son muchos los especuladores de la sapiencia que Dios dispensa para iluminar los espíritus y volverlos fecundos y conscientes de su divina naturaleza viviente, y hay muchísimos los que truecan el celeste amor de Cristo y lo hacen objeto de dar y tener como un comercio. Venden y compran la verdad y no saben el mal que hacen, la turbación que provocan hacia los espíritus anhelantes de puro desinteresado y altruístico amor. Bienaventurados los que han comprendido e imitado el amor de aquel que todo lo dio sin pedir nada a cambio. Bienaventurados. A estos dirigimos todo nuestro amor, invitándolos a no disgustarse por la necedad de quien predica bien y escarba mal. Tened paz en vuestros corazones y alegría en vuestros espíritus. El dedo de Dios apunta a los que no observan su santa voluntad.

Estos creen que todo pasa inobservado, que todos sus actos quedan en el olvido del tiempo. ¡Tontos e inconscientes! ¿Para qué creen que estamos en el mundo? Si conocieran verdaderamente el por qué, perecerían de terror.

A ti hermano en misión, te recordamos seguir en sintonía para ulteriores comunicaciones. Tu amor altruístico ha consternado a los mercaderes de la divina sapiencia, a los especuladores de nuestra fraternal y universal misión del despertar en la hora mas oscura de esta perversa generación.

Sea para ti hermano, motivo de reconfortamiento este discurso nuestro y acepta nuestra luz de paz y de amor.

                                                                                                          Adoniesis

                                                                                              Ancon, 7 de Enero 1976