En los últimos meses del año 1973, saltó a las páginas de los periódicos y las revistas semanales italianas una circular de un Centro de Investigaciones Ufológicas llamado Sideral Intercontacts Center, acompañada de una foto de un anciano de barba blanca. La circular, que tuvo una amplia difusión a partir de los meses de agosto y septiembre y duró hasta diciembre de ese mismo año, decía:
«La operación Alcántara ha tenido un clamoroso éxito superior a lo que el propio Sideral Intercontacts Center había previsto. Y en cierto modo agradece a todos los medios de comunicación la enorme difusión que han dado a los sucesos del monte Musine, en especial a la manifestación ufológica habida en los cielos del Piamonte. En efecto, la manifestación de Ufos en el Musine ha sido grandiosa y el Sideral Intercontacts Center ha filmado algunas secuencias, como la de la propia astronave de Absu Ismaily Swandy, cuando se estaba aproximando a la ciudad de Torino. Algunas de las imágenes conseguidas son de una impresionante claridad y posiblemente las hagamos ver en la próxima reunión en San Giusto Canavese a nuestros socios, una vez terminadas las operaciones «Oeymas» y «Ghiraes», todavía en curso y que deben completar la «Operación Alcántara».
Como complemento gráfico de esta comunicación, el Sideral Intercontacts Center, remitió a los medios de difusión una foto del anciano Absu Ismaily Swandy con este pie: «El viajero de más de 256 años de edad, que visita periódicamente la Tierra y que en el último encuentro terminó su conferencia con estas palabras: "Bendigo a todos en paz y fraternidad cósmica".»
Por las mismas fechas, dos fontaneros de la zona de Ragalna habían subido a la montaña para arreglar una avería que se había producido en la conducción del agua que aprovisionaba a la zona. Iban guiando su Renault de regreso a casa cuando un anciano vestido con túnica y barba blanca les hizo señas para que parasen. Los fontaneros detuvieron el coche y le hicieron subir en los asientos traseros. Durante el trayecto hasta la ciudad, la conversación recayó sobre diversos aspectos del Vaticano y la Iglesia Católica, sobre los primeros cristianos, sobre Jesucristo. En un momento determinado los fontaneros se mofaron de las palabras del anciano. Pero el hombre de la túnica y barba blanca, les contestó:
Si realmente conociéseis mi identidad, no os atreveríais a sonreír. En otro tiempo y en estos lugares, me reverenciásteis. Ahora, como me veis con este aspecto de anciano y pobre, me replicáis...
Los dos fontaneros guardaron silencio muy sorprendidos. También el anciano enmudeció de modo repentino. Los fontaneros volvieron instintivamente la mirada hacia el asiento trasero. El anciano se había evaporado, se había desvanecido en plena marcha. En una palabra, se había desmaterializado ante sus ojos... El suceso fue contado a la comisaría de la zona. Pero no ha tenido ninguna explicación.
Por otra zona fue encontrado el mismo anciano, con idéntico aspecto, haciendo autostop a la entrada de una autopista. Dos muchachos que guiaban un Fiat 1500 se mofaron de él y le dejaron tirado en la carretera. Cuando iban a salir de la autopista y tuvieron que detenerse para pagar el peaje, descubrieron que al otro lado de las taquillas, en posición de espera, se encontraba nuevamente el anciano. Los jóvenes, sorprendidos, preguntaron cómo había llegado hasta allí y obtuvieron esta respuesta:
- No soy yo quien necesita ser transportado, sino vosotros. Yo estoy por encima del tiempo y el espacio, pero vosotros no habéis terminado vuestro viaje. Estad atentos.
El tercer encuentro con el misterioso personaje tuvo lugar en Roma. En una de sus plazas fue encontrado bajo la apariencia de un anciano con túnica y barba blanca, apoyado en una esquina, en una actitud que podía muy bien interpretarse como de pedir limosna, aunque realmente no lo hiciera. Una joven mujer estaba esperando en la parada del autobús para trasladarse al trabajo. Su mirada se detuvo en la del anciano, que a su vez la observaba fijamente. Sintió el impulso de acercarse y darle una limosna. Llevaba apenas algo más que lo necesario para pagar el autobús. Interiormente, sentía vergüenza de darle una limosna tan ruin. Estuvo dudando durante unos segundo. Al final se decidió, se le acercó y le puso unas monedas en la mano. El anciano le dio las gracias y sonrió. Ella sintió fija su mirada y volvió a avergonzarse de la limosna que acababa de dar. Regresó al autobús que estaba llegando y subió. Desde dentro, miró en la dirección en que se encontraba el anciano, pero había desaparecido. La plaza estaba completamente solitaria. Posteriormente supo que había sido el mismo personaje.
¿Pero quién es realmente Absu Isinaily Swandy?
Las claves reales de su identidad obran en poder de Eugenio Siragusa y por especial concesión queremos ofrecerlas aquí, por primera vez.
Dentro del programa operativo que Eugenio Siragusa conducía difundiendo los contenidos de los mensajes extraterrestres, se encontró un día con Absu Ismaily Swandy. Por aquel tiempo Eugenio Siragusa vivía en Santa María la Stella, y todavía no había tenido ninguna difusión la presencia de dicho personaje en Italia. Un día, cuando Eugenio Siragusa atravesaba la plaza, vio en uno de sus extremos, apoyado en la pared, a un anciano de barba blanca vestido con túnica. Inmediatamente fue atraído por su mirada. Siragusa encaminó sus pasos hacia él y cuando estuvo a su altura le preguntó si tenía hambre, si deseaba comida. El anciano siguió mirando fijamente, sin contestar. Entonces Eugenio Siragusa, siguiendo un impulso mecánico, entró en una de las tiendas de ultramarinos y le trajo un bocadillo. Al ofrecérselo, el anciano le respondió señalando a unos niños que miraban la escena y habían dejado de jugar: «Yo no tengo hambre. Ellos tienen hambre...» Instintivamente y sin que mediase palabra alguna, Eugenio Siragusa volvió a entrar en la tienda y compró, en unas banastas, provisiones de alimentos. Los tenderos le ayudaron a sacarlas a la calle y ofrecérselas a los niños. Pero al salir a la plaza, el anciano había desaparecido. Siragusa buscó al anciano por doquier, pero no había quedado ni rastro de él, como tantas veces ocurría después. Se había desvanecido misteriosamente.
Eugenio Siragusa comentó lo que le había sucedido. Posteriormente se pudo confirmar la historia en la tienda de ultramarinos, porque Eugenio Siragusa no llevaba suficiente dinero para pagar lo que había adquirido y debieron cobrarlo en casa.
Un tiempo después, Eugenio Siragusa recibió una foto que representaba a los Apóstoles Pedro y Juan que corrían camino del Sepulcro al conocer la noticia de la Resurrección del Señor. A la cabecera de la tarjeta y en el dorso podía verse un Sol, de numerosos rayos y debajo tres párrafos firmados con la inicial D.
Los párrafos eran estos:
- «Pietro Santo, gloria di Dio, Principe eterno, che del divino amore Tu sei sicuro regno e d'essa, del Figliuol la chiesa Tu sol sei perno, c'implora dal ciel le grazie e siaci Tu sostegno!» D.
- «A Te, pio e amato Giovanni, che per alta sapienza e possente candore, dall'eterno Crocifisso ereditasti a custodire l'intera umanitá, giunga il nostro supplice grido: rimanti tra noi a salda difesa nella dura procella dei giomi nostri. Sia cosi Signore!» D.
- «L'amore e la purezza: Il binomio operante per il secoli Su! entriamo con audacia nella loro travolgente scia.» D.
- «Pedro santo, gloria de Dios, Príncipe eterno, que del divino amor Tú eres segura prueba y por ella, del Hijo de la iglesia Tú sólo eres el perno, implóranos del cielo la gracia y sénos Tú el sostén!» D.
- «A Ti, piadoso y amado Juan, que por alta sabiduría y poderoso candor del eterno Crucificado, heredaste custodiar la entera humanidad, llegue nuestro suplicante grito: permanece entre nosotros por la firme defensa en la dura tormenta de nuestros días. Sea así, Señor!» D.
- «El amor y la pureza: El binomio operante por los siglos ¡arriba! entremos con audacia en su arrolladora estela.» D.
Durante el año 1967, Eugenio Siragusa volvió a encontrarse con el anciano de barba blanca. Después de este encuentro ambos quedaron para celebrar una comida en casa del propio Eugenio Siragusa. Durante días, Eugenio Siragusa se preocupó de preparar la visita del anciano y quiso tener una mesa preparada con una comida suculenta y apetitosa. Sin embargo, cuando el anciano llegó, se limitó a tomar una pizca de alimento, charlaron y se fue. Unos días después y a vuelta de correo, desde Roma, Eugenio recibía una carta que tam bién nos ha sido permitido traducir y divulgar por primera vez. Este era su contenido:
«Roma, 26 de noviembre de 1967.
Amadísimo Eugenio:
En mis cotidianas correrías de pensamiento y de pasaje, todas intencionalmente dedicadas con devoto afecto al Padre glorioso, cuyo dulce imperio domina tan amorosamente el fulgor de la bóveda celeste durante las pesadas brumas de las cóncavas moradas terrenas, el pasado día, con tu feliz encuentro, he abiero un particularísimo paréntesis de fraterna cordialidad y un toque inolvidable de suavidad de espíritu.
Cómo una Marta solícita me llevaste de todo donde con premuroso cuidado y un recorte de tiempo y medios arrebatados al peso gravoso de tus obligaciones familiares, fuiste pródigo y derrochador de una y otra oferta generosa. No te ayudé a desarrollar tu fatiga humana en la humilde mansión de tu recibimiento, ni hice tanto honor, como se dice humanamente, a cuanto quisiste prepararme en macrocósmicas cantidades para mi sostén físico. Me perdonarás querido Eugenio, pero a mí, como pájaro del bosque, tanto me abrasa permanecer fijo en la misma rama cuanto superar el cebo de mi necesidad, del mismo modo que el pájaro del bosque. Es también cierto, Eugenio, que humanamente he tomado en cuenta tu acto gentil, como el Señor lo tiene en modo divino, como si lo hubieras hecho a El mismo. ¡Está escrito!
Pero ya que tú, Eugenio mío, tienes entrambas las potencias de las dos evangélicas hermanas, tampoco descuidaste el sentido bendito de la otra: de aquella que escoge la mejor parte. Conscientemente entramos también en el "espíritu" y en la "luz" de cuanto es sostén de nuestro vivir: "la Ley del Maestro". Las diversas cosas tratadas exhalaron su perfume embriagador, expresaron la intensidad de su fuerza, difundieron la vibración del poder de la esencialidad de aquella Ley: la obediencia y la humildad.
Este es un binomio inseparable que si está cimentado verdaderamente por el amor, forma un trípode indestructible sobre el cual domina todo el edificio divino. Cierto, no la obediencia servil, sino consciente; no la humildad de los signos externos, sino sentida en la raíz de su semilla: la semilla del Cristo, la semilla que el Maestro ha presentado al hombre como indefectible atajo para llegar a la meta radiante e infranqueable, ya que a ella, como tú sabes, por divina "Ley", a todos los hombres les fue dada la gracia de llegar en el curso de las épocas y los ciclos que ellos mismos, en su libertad, quieren.
Por tanto, este atajo, ni siquiera a ti puede ocultar los propios aguijones sobre los cuales el Maestro recorriera la dolorosa "vía" con "su" paso seguro y triunfal. Y esto tú lo sabes, lo has comprendido bien, lo estás viviendo en pro del hermano sea perezoso e indolente o incluso cobarde e incapaz. Y esto es amor puro, es desgarro del corazón, es el sacrificio de sí por el bien altruista. ¡Seas bendito en el Nombre del Señor!
Pero los hombres no saben estas cosas de alto concepto, no creen más que con el tacto, se recrean inconscientemente con el imponderable, y lo que es más grave, burlan hábilmente cerros candentes, brasas de las infernales órdenes de destrucción y de muerte enmascarándolas con el térrnino taumatúrgico de "ciencia, cuando en realidad es el silbido lacerante de la antigua serpiente".
La verdadera ciencia, la ciencia positiva, no puede ser otra cosa que el "vástago" de aquella Fuente cristalina de "verdad", de "justicia" y de amor que el ser finito, consciente de su origen divino y de la "ley" que lo informa, trae como latido de amor por el bien real de la humanidad en fatigoso camino hacia el infinito eterno. Fuera de esta verdad axiomática, está la desarmonía en acto, el desamor, el desequilibrio, la negación de toda "ley" vital.
Que el Señor tenga piedad de los pobres desbandados que voluntariamente van al encuentro de las nubes tormentosas que se condensan en el horizonte, y que la fuerza de su tan esperado "espíritu" omnipotente quiera detener el avance amenazador de la desconcertante tempestad.
Ahora, queridísimo Eugenio, que vas meditando en tu soleado eremitorio - en el retorno hacia Aquel a quien tanto dedicas, en sosiego y toda otra virtud, tu vigorosa postulación por todos cuantos tienes en el corazón - te ruego no olvides cuánto puede agradar a mi espíritu, de ti siempre tan devoto, contarme entre ellos.
Con toda selección, tuyo afectísimo, "Durante".»
Con posterioridad a esta carta, la comunicación por diversos conductos entre Eugenio Siragusa y Durante ha continuado hasta hoy. Transcribiré dos comunicaciones recientes de felicitación dirigidas con ocasión de la Navidad de 1977 y Pascua de 1978.
La primera tarjeta postal correspondía al mosáico del ábside, de la Basílica de San Pablo de Roma. Este era el texto:
«Navidad 1977.
En la luz gozosa del divino infante, te llegue mi augurio veraz de la más alta serenidad por la consecución de toda meta sublime.
Tuyo afectísimo, "Durante".»
La segunda tarjeta postal, representaba la "Transfiguracíón", según pintura de Rafael Sanzio, expuesta en la pinacoteca del Vaticano. Fue enviada a Eugenio Siragusa, en Pascua de 1978, antes de comenzar su calvario, y ser preso.
Su texto era el siguiente:
«Querido Eugenio:
Un pensamiento de reconocimiento, un deber de sumisión, una plegaria de agradecimiento a Aquel que te señaló la vía que estás recorriendo. Un manantial de pura fuente para apagar la sed ardorosa de tu camino sobre rugiente empedrado hacia aquel Jesús que todos esperan en el gozoso triunfo de nuestro empeño.
Este es el augurio de mi alma en la tradición humana de su venidero resurgir, que es siempre, por el contrario, realidad viviente de su infranqueable Amor por sus hijos. - "Durante".»
Esto es todo cuanto me ha sido permitido divulgar por primera vez. Los acontecimientos están en acto y hablan por sí mismos. Quien tenga ojos vea, quien tenga oídos, oiga. No habrá otro tiempo para poder deducir, ni otra llamada para poder responder en un tiempo útil.
Fuente del Libro "El Anunciador"
Pedro (Durante)
Pintura de
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